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El arte asociado a lo público es inevitable e indisociablemente político por cuanto establece relaciones directas y transversales entre la autoridad institucional que propone medidas que se proyectan en el tiempo, y el ciudadano que es finalmente el destinatario y el constructor de sentido y memoria de las obras.
A fines de los 60, uno de los aportes del gobierno de Eduardo Frei Montalva al término de su mandato fueron una serie de iniciativas tendientes a satisfacer el anhelo de una escena de artistas que intentaba formalizar la relación del arte con el ámbito ciudadano, y al mismo tiempo, asentar una imagen de modernidad en la que el Estado expresaba su nivel de desarrollo y cultura a través de la creación artística: Nemesio Antúnez es llamado a Nueva York para que se regrese a Chile a ejercer como Director del Museo Nacional de Bellas Artes, y se dio curso a la Ley 17.236 que favorecía la creación de “ornamentos” para edificios públicos y regulaba la protección patrimonial de los “originales”.
 
El viernes 21 de noviembre de 1969 fue publicada en el Diario Oficial dicha Ley, que constituyó el logro de una escena de artistas liderados por el pintor Camilo Mori, en ese momento Presidente de la Apech (Asociación de Pintores y Escultores). La ley en su artículo sexto señala que los edificios y espacios públicos deberán ser “ornamentados” con obras de arte del modo que sigue:
 
ARTÍCULO 6º: Los edificios de las principales ciudades del país, donde concurra habitualmente gran número de personas en razón del los servicios que prestan, tales como Ministerios, Universidades, Municipalidades, establecimientos de enseñanza, de las Fuerzas Armadas, hospitalarios o carcelarios, deberán ornamentarse gradualmente, exterior o interiormente, con obras de arte. El Ministerio de Educación Pública decidirá los lugares y edificios que deban cumplir esta obligación y calificará las obras de arte propuestas, aceptándolas o rechazándolas, previo informe de una Comisión integrada por el Director de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas y Transportes, el Director del Museo de Bellas Artes, el Vicepresidente Ejecutivo de la Corporación de Mejoramiento Urbano, un representante de la Asociación Chilena de Pintores y Escultores y un representante de la Sociedad Nacional de Bellas Artes. En la proyección de futuros edificios públicos de importancia deberán consultarse ornamentos artísticos incorporados a ellos o complementarios del conjunto arquitectónico. La ejecución de estos trabajos corresponderá al artista nacional que determine la Comisión señalada en el inciso anterior. Las instituciones fiscales, semifiscales o de administración autónoma podrán cargar a los ítem de construcción de sus respectivos presupuestos los pagos por concepto de obras de arte que se hagan en conformidad a este artículo. 
 
A partir de los años ’90, se recuperó el sentido social de la cultura y para poner en marcha la Ley del 69 se creó la Comisión en homenaje a Nemesio Antúnez, quien representa una dimensión social y educativa del arte. Desde la Comisión Nemesio Antúnez se hizo operativa la Ley, generada mediante Decreto Supremo Nº 915 del año 1994, gracias a la iniciativa del entonces Ministro de Obras Públicas, Ricardo Lagos Escobar. A través de este documento quedó establecido que la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, actuaría en lo sucesivo como su organismo técnico asesor. Entre las metas que se fijaron desde este momento se considera: “incorporar el Arte a la obra pública, implica mejorar la calidad de vida de la población, otorgándole al individuo un entorno asentado culturalmente, con refuerzos en sus valores de identidad, e incentivando el goce del Arte”1.
 
La producción de más de 160 obras para el espacio público ha generado un espectro de alternativas, dudas, contradicciones y aciertos. El modelo de lo público se convertía en el territorio para experimentar la diversidad como zona en permanente revisión y riesgo. El arte mismo se vio expuesto a formatos institucionales inéditos y la institución ha intentado actualizar sus competencias y protocolos con el fin de trabajar coordinadamente y comprender las nuevas “reglas del juego” a través de prácticas artísticas que progresivamente fueron transitando desde la escultura y el mosaico mural, a la intervención artística.
 
Uno: El Valor De Lo Nuevo
La mayoría de los monumentos posee la capacidad de satisfacer aquellas necesidades materiales o espirituales de los hombres que las nuevas creaciones modernas podrían satisfacer de manera similar (cuando no mejor), y el valor de contemporaneidad de un monumento se basa en esa capacidad, para la que evidentemente resulta irrelevante tanto el que haya surgido en el pasado, como el correspondiente valor conmemorativo.2
 
En el año 1902, el historiador y filósofo del arte Aloïs Riegl (1858- 1905), tuvo que entregar un catastro y diagnóstico de las obras en el espacio público, que le fue encargado por las autoridades de Austria3. En principio, una labor para la que Riegl estaba preparado, sin embargo, fue en el propio recorrer de las calles donde el profesional estuvo a punto de sucumbir, puesto que descubrió muchas más obras de las que imaginó nunca como ciudadano. Y en segundo lugar, al tiempo que observaba las obras antiguas, también tuvo que detenerse a considerar el valor artístico de obras recientes para las que no tenía tiempo ni perspectiva para juzgar: la obra moderna. De este modo, su conclusión formalista fue afirmar que el culto a los monumentos es un “culto moderno” desde el momento en que el valor de la obra no solo reside en su dimensión estética ni histórica, sino que en su compromiso directo con el presente: “…el valor de la novedad sólo puede mantenerse de un modo que se opone frontalmente al culto del valor de antigüedad.”4 Efectivamente, Riegl, fue testigo de la instalación de nuevas obras en la ciudad y frente a ellas no pudo más que desplegar sus herramientas analíticas y académicas para ponderar su pertinencia y la respectiva inclusión en el informe. Para resolver la disyuntiva estableció dos criterios generales: el valor histórico y el valor artístico. Las obras que fueron producto de la acción humana en la antigüedad tenían su valor en tanto testimonio de época; y el valor artístico, de acuerdo al canon o estilo de una escuela o autor en particular. El problema fue que en esta clasificación general hubo obras fácilmente reconocibles, pero también se presentaron otras, y no pocas para las que no tenía perspectiva, ni canon alguno. Tal vez por esto la edición actual advierte: “Tal como el lector podrá apreciar, el texto de Riegl no tiene carácter administrativo ni propone legislación alguna.”5 Se trata de un análisis que incluso expone sus contradicciones, pues lo que importa es la sensación de duda y de alerta ante los objetos que nos rodean, desde la escala de un arco de triunfo a un papelito: “Pero si esa hojita fue el único testimonio conservado de la creación de su época, a pesar de su precariedad habríamos de considerarla…”6 El agobio de Riegl fue bastante ya que en este punto ya se torna difícil, sino imposible, discernir entre lo museable y lo no museable, lo que se restaura o no, entre lo que se recuerda o se olvida: ¿abandono o restauro?. Es muy difícil, sino imposible, vivir adentro de un museo, cuidándolo todo sin poder desechar nada, ni los objetos, ni los recuerdos, ni el propio presente. No habría lugar, ni memoria que pudiera albergar tal cantidad de obsolescencias patrimoniales, la propia vida sería una oscilación histérica entre lo perecible y lo conservable. En tal sentido, la novedad establece su valor a través de la proximidad temporal, y su carácter imprevisible aconteciendo ante nosotros.
 
Lo nuevo, lo moderno en la obra de arte antigua (que además, naturalmente, también muestra aspectos muy anticuados) se manifiesta, así pues, aquí también como lo más vigoroso frente a las formas de expresión de lavejez, de lo perecedero, del curso todopoderoso de las leyes de la naturaleza.7
 
Dos: Ornamento, Definicion Y Praxis
A partir del año 1994 se inició de manera sistemática el desarrollo, producción, gestión y creación de obras de arte asociadas a inversiones públicas. Aunque no existe un porcentaje, como el uno por ciento de Francia, en Chile se acuerda libremente entre las partes el porcentaje destinado a la obra, incluso, se ha ampliado
la noción de obra y se ha asumido, por ejemplo, que el paisajismo forma parte de la obra a realizar. Esto supuso de inmediato una ampliación de la interpretación de la letra y el espíritu de la ley, por lo que se extendió la noción de edificios a espacios públicos e infraestructura en general. El beneficio fue evidente; de un momento a otro, hubo una gran cantidad de concursos públicos o designados por invitación, que motivaron las propuestas de los artistas. El primer momento de esta iniciativa fue dominada por escultores y en segundo lugar por pintores, básicamente porque eran los colectivos más cercanos y con cierta experiencia, y experticia en el ámbito de lo público. No obstante, fue a partir de los años ’90 cuando comenzó a irrumpir una escena de jóvenes artistas en lugares oficiales y no oficiales, con la fuerza suficiente para dar a conocer estrategias visuales contemporáneas. Será a partir del año 1994 cuando la superposición y convivencia de estilos, prácticas y opciones artísticas8 obligó a repensar la forma y el alcance de la noción “ornamento” y por extensión “obra de arte”. Podríamos afirmar que se inició una entropía estilística al interior de las artes visuales que se reflejó y proyectó hacia el interior del Estado, lo que reveló aun más la necesidad por establecer mecanismos de actualización y excelencia, tanto para la selección de “lugares”, mucho más allá del convencional patio, antejardín, muro o hall, como para la pertinencia de la obra. Las propuestas que comenzaron a llegar obligaron a reflexionar y discutir, al interior de la Comisión Nemesio Antúnez, en torno alos límites de la “obra de arte” a realizar, e incluso su “naturaleza material” en función del tiempo. Siempre ha existido por parte del Estado, una idea de que lo que se construye es “visible y para siempre”, situación muchas veces reñida con la noción actual del arte, y en tal sentido se ha admitido que hay una diversidad de propuestas de las que hay que hacerse cargo. Si para Camilo Mori, a fines de los años ’60 se establecía un primer gesto de modernidad institucional, desde mediados delos ’90 a través de la Comisión Nemesio Antúnez se comenzó a reconocer en numerosas propuestas la contemporaneidad, e incluso, la posmodernidad9 de las obras que comenzaron a irrumpir en el espacio público. Una irrupción que incluso no ha sido historiografiada, pues un cierto relato de la escultura en Chile pasa por asumir los “objetos” que de facto se han gestado fuera de la escritura del arte oficial en Chile. los ’90 a través de la Comisión Nemesio Antúnez se comenzó a reconocer en numerosas propuestas la contemporaneidad, e incluso, la posmodernidad9 de las obras que comenzaron a irrumpir en el espacio público. Una irrupción que incluso no ha sido historiografiada, pues un cierto relato de la escultura en Chile pasa por asumir los “objetos” que de facto se han gestado fuera de la escritura del arte oficial en Chile.
 
Este momento para el arte local se ha convertido en una gran oportunidad, y al mismo tiempo, en una zona de riesgo. Las obras concursantes, las bases, el jurado y el lugar son aspectos muy determinantes en la elección de una obra. Para establecer un marco democrático y transversal en estas prácticas institucionales, y velando por la responsabilidad que el Estado asume en relación a la mediación que establece entre lo público y el arte, se han generado mecanismos de participación y revisión metodológica. En la práctica “la necesidad ha creado al órgano” y sin mediar explicaciones, se ha establecido una distancia conceptual entre los especialistas en arte y los distintos miembros y autoridades de las comunidades regionales, cuestión que se ha manifestado a través de la disímil valoración o “calificación” de las obras de arte. Tal vez por ello, en 1969 se habló de “ornamento” y no de “obra de arte”, se prefirió aludir a una situación parasitaria del diseño y la forma, subordinada a la arquitectura o al lugar, evitando en cierto modo la supremacía que solían ejercer las Bellas Artes. En la actualidad, lo decorativo aparece como un adjetivo, incluso descalificativo, una noción que lejos de fosilizarse ha sido readaptada, donde lo ornamental y provisorio se ha convertido en el asunto, en la obra.
 
Tres: El Lado Obtuso, Algunos Casos
El origen de la ley y la respectiva Comisión, obedece a la necesidad de situar la cultura al medio de la agenda de la infraestructura que administran el MOP, el MINVU y el MINEDUC, de darle una figuración a un cierto proyecto, más o menos polivalente, que en su base está la convicción de elevar la calidad de vida, instalando la metáfora del arte como referente cotidiano. El desafío ha sido establecer ciertos parámetros y una metodología que impida caer en la repetición y la rutina, y por el contrario, forzando el origen de la iniciativa se ha invitado a colectivos como la SOECH (Sociedad de Escultores de Chile) y ACA (Artistas Anónimos Asociados) para ampliar la mirada y la exigencia sobre los procesos de selección y adjudicación de obras. En la selección de obras, durante el momento en que el jurado compuesto por representantes oficiales, autoridades, colectivos locales y especialistas dirimen, se producen diálogos que no siempre llegan a acuerdo, revelando la distancia de apreciación que hay entre las partes11. El tiempo de duración de una obra también se ha tenido que redefinir en función de trabajos en los que el proceso, la mantención, el cuidado o la “experiencia” ha sido determinante. Durante estos años se ha oscilado entre el trabajo con la piedra, la anamorfosis vial12y el trabajo colaborativo y temporal. Cuestión que nuevamente se riñe con la noción de obra de arte, en tanto permanencia. Si bien hay obras que dependen de factores externos para su existencia y escenificación, en otros casos un taller ha sido la mediación que tendría por efecto una obra colectiva. Alicia Villarreal realizó un taller en Renaico en la Escuela Básica Lorenzo de la Maza con el fin de establecer un sistema de acumulación de sentidos y memoria local que convirtiera a los habitantes del lugar, a los que contemplarían la misma, en los autores visuales.
 
A través de un taller dirigido por la artista, los niños de Renaico se convirtieron en monitores que en sus casas tenían por misión recolectar de común acuerdo algún objeto o imagen significativa. El resultado fue la generación de varias cajas-vitrina que la comunidad comenzó a rellenar y posteriormente la artista cerró los contenedores para dejarlos integrados a la reja: una apertura o ventana patrimonial titulada El reverso de las cosas. En el concurso de Parral, se instaló una obra que supuso la superación del tentador lugar de reconocer al poeta de perfil y con boina. El Homenaje a Pablo Neruda realizado por los arquitectos Rodrigo Mora y Ángel Muñoz supone un distanciamiento interesante a juzgar, puesto que por sobre la figuración y obviedad del poeta con boina, se seleccionó este proyecto que integra paisaje y objeto, en un contexto espacial13 muy forzado por la autopista y el paso sobre nivel de la entrada norte a Parral.
 
La pieza de Pablo Rivera a través de Artistas Anónimos Asociados pasó de enunciar el espacio, a refundarlo. El año 2008, en Américo Vespucio Sur, Paradero 14, instaló una serie de estructuras para que contuvieran enredaderas que progresivamente fueran cubriéndolas. Una obra que se completa en el tiempo. Muy afín con el trabajo de Paz Carvajal realizado el año 2005 en la Escuela Básica "La Villa" en los Sauces.
Con la obra Ventanas podemos referirnos a un nuevo giro de las imágenes de la memoria. A partir de objetos o fotografías de objetos que rodearan la vida del familiar detenido o desaparecido. Cintia Villalobos, Ángela Santander y Fernanda Rojas propusieron el puente de ingreso a Villarrica una selección de imágenes para ampliarlas y convertirlas en ventanas o cajas de luz, donde los vacíos del puente desde donde lanzaron a los ejecutados en 1973, ahora se pueblan con imágenes, la guitarra, la carta, el cenicero. Una imagen de intimidad contra toda posibilidad de monumento oficial, en este caso se monumentaliza el sentimiento que surge
desde el fragmento.
 
Una dirección evanescente de la memoria, una forma de universalizar las fisonomías, que no pertenecen a la familia, sino que a un barrio y a todo un país. Es de alguna manera el vacío del vidrio que hay entre las líneas. Códigos de barra que se interrumpen a la altura del rostro, mirar para ser convertido a la vez en un cartel de familiar de detenido desaparecido. La imagen ya no cuelga del cuello, ahora queda sobre vidrio en el bandejón central de la Alameda, un homenaje titulado "Mujeres en la Memoria" realizado por Nicolás Norero y Emilio Marín. La ausencia es el motivo central de estas tres sillas ubicadas en Vespucio Norte, camino al Aeropuerto, que representan a Nattino, Parada y Guerrero realizado por Rodrigo Mora y Ángel Muñoz con la
participación de Jorge Lankin.
 
La idea del monumento ha sido sometida a variaciones y límites a través del arte. Si desde el Homenaje a Balzac se inaugura con Rodin la escultura contemporánea, habría que pensar en Chile, cuál es la analogía, y sin duda nos encontramos con el Homenaje al General Schneider de Carlos Ortúzar realizada en 1972. Antes,
la figuración y literalidad de la imagen dominaron sobre cualquier atisbo de subjetividad. En la base del monumento hay una promesa de fidelidad con la imagen y el relato, la supuesta objetividad siempre amigable con la figuración y el realismo. Cuando se llama a Concurso para rendir un homenaje a alguien o erigir un monumento conmemorativo, la mejor forma de huir del lugar común lo da la propia investigación del autor, cuestión que irremediablemente se traduce en la generación de formas e imágenes nuevas, de tal suerte que el homenajeado es más reconocido por su espíritu, que por su mediación formal tangible. Los monumentos asociados a la memoria política e histórica del país han supuesto remover visualmente imaginarios que poco a poco, se han complejizado y reelaborado. El monumento ya no alude a lo sobredimensionado y grandilocuente del encargo, ahora se puede monumentalizar hasta lo más mínimo, puesto que la magnitud del descubrir o encontrar ya no posee una escala única. No hay canon respecto del monumento, y eso ha sido
reconocible en el programa del MOP a través de las ilimitadas soluciones y formas artísticas.
 
El monumento constituye el elemento forzado al que recurre la memoria. Y por naturaleza, es parcial y rotundo. El monumento es un imperativo, y sin embargo, desde obras como Araucaria instalada en Temuco por Félix Maruenda donde lo referencial es una excusa para el expresionismo del metal, a la obra en la que los protagonistas “caminan” en el agua de la Laguna Lo Galindo en Concepción. Carlos Fernández dejó sus figuras de colores a la deriva del margen urbano, donde el viento daría forma a los desplazamientos de los hombres. O la paradoja de monumentalidad y abandono que se produce con las figuras de Marcela Correa instaladas en medio del desierto nortino.
 
Lo monumental del accidente, de la pérdida o el abandono de la escala de aquel objeto cotidiano es lo que propone Patrick Steeger: un timbre, un remo o una maleta evocan algo más allá de funcionalidad habitual, son a la vez forma, alegoría y metáfora. Una serie de timbres de oficina pública han sido convertidos en grandes volúmenes para quedar repartidos en la rivera del Bío Bío en el año 1999. En el año 2001 los remos organizados sobre el techo de la Escuela Básica de Chilhue, Queilen de la Región de los Lagos, provocan un efecto de movimiento y secuencia inusual: Los Palos Chuecos de Moebius. Otra obra de Patrick Steeger la encontramos en Santiago, la acumulación de contenedores que esperan algún destinatario, en éste caso las maletas convertidas en una columna o hito de diferentes colores y tamaños. La maleta cerrada convertida en lego, en espera y tiempo ubicada en la rotonda oriente del Aeropuerto, Arturo Merino Benitez.
 
Cuatro: Desafio Colectivo En Tiempo Real
Cien años después, la situación del espacio público no es muy diferente de lo experimentado por Aloïs Riegl. La inestabilidad del monumento y su valoración subjetiva se ha convertido en la condición actual necesaria para distanciarse de la estatuaria decimonónica, pues ha surgido el imperativo creativo en el tiempo real del arte por establecer obras sin base, sin pedestal, sin placas recordatorias, sino que obras que exigen una redefinición lingü.stica, a juicio del teórico y profesor de la Universidad de Columbia, Benjamin Buchloh, esta situación implica: “un reconocimiento de que los materiales y los procedimientos de producción, las superficies y las texturas, las localizaciones y el emplazamiento no son solo cuestiones pictóricas o escultóricas que haya que afrontar en términos de una fenomenología de la experiencia visual y cognitiva…”14. La ampliación de los límites del arte desde fines de los sesenta, ha forzado progresivamente a la Ley a través de la praxis y el nuevo escenario que han formado los artistas y profesionales chilenos, de tal suerte que ornamento, edificio y espacio son sólo un aspecto más a resolver según sea el lugar y el público o espectador al cual esté dirigido. Una historia de inclusión y exclusiones visuales que buscan reivindicar las identidades nacionales omitidas, olvidadas o en conflicto, en el sentido en que lo expresó Chantal Mouffe: “En ese marco, las prácticas artísticas y culturales son absolutamente fundamentales como uno de los niveles en los que se constituyen las identificaciones y las formas de identidad.”15 La idea del “site specific” y “people specific” proveniente del mundo del arte contemporáneo se ha convertido en la lógica bajo la cual se analizan las escuelas, los parques, las avenidas y los cruces viales, estableciendo así las condicionantes paisajistas, arquitectónicas y los puntos de vista de los nuevos espectadores. La máxima disponibilidad de las obras, la redefinición del espacio y lo público ha establecido una exigencia histórica para esta cartera ministerial, que junto con estar orientada a los metros cuadrados de hormigón, ha tenido que mutar en función de un hacer “paisaje-arquitectura-arte” que involucra lo educativo, cultural y político. Un reclamo de especificidad y autoreferencia que ya no se agota en la obra, al recordar las palabras del artista Josep Kosuth: “Las obras de arte son proposiciones analíticas. Se las contempla en su contexto -en tanto que arte- no proporcionan información acerca de ningún hecho. Una obra de arte es una tautología en la medida en que es una presentación de la intención…”16. La visión tradicional, moderna o incluso, la posmoderna del arte se han canalizado a través de este programa del MOP, generando un panorama desjerarquizado, heterotópico (varios lugares) y heterocrónico (varios tiempos) que despliega a los autores en su diversidad discursiva y programática: intervenciones figurativas y abstractas, conceptuales y expresionistas, situadas o expandidas. De tal suerte que el fin de un arte puertas adentro ha significado convertir, nada menos que al territorio, en un territorio musealizado o musealizable, compartiendo de algún modo la duda de Riegl, donde ya no sabemos el límite entre obra y paisaje; y donde tampoco interesa establecerlo, pues se potencia el valor de la paradoja de lo interior y lo exterior, una obra que transforma al espacio no institucional en contenedor y contenido a la vez. Las obras resultantes han quedado ubicadas a lo largo de Chile en espacios abiertos y cerrados, protegidos y desprotegidos, expuestas a las condiciones que impone el cuidado de una comunidad, el decreto de mantención, el criterio local o la reducción presupuestaria. Obras que ya no poseen ni base ni autor exclusivo, puesto que quien se las apropia es el ciudadano (formal e informal) que desde la sorpresa o el agobio otorgando el sentido o significado de los volúmenes e imágenes. El homenaje, la invitación, la licitación y el encargo han convertido a la intervención pública en una responsabilidad artística y ética, compartida y difundida entre autores, autoridades y comunidades diversas, sin protocolos estrictos, es por ello que no sorprende encontrar en las actuales convocatorias a artistas visuales, arquitectos, diseñadores, historiadores, antropólogos, museógrafos, escenógrafos y curadores17. El desafío del arte público ha reinaugurado18 en Chile un ámbito histórico para la producción artística y visual desde una perspectiva interdisciplinar, más allá de cualquier especificidad o reivindicación gremial: el arte público y el lugar del ciudadano son ámbitos demasiado amplios como para ser tratados sólo por artistas.19
 
Ramón Castillo
Representante
Museo Nacional de Bellas Artes
Enero, 2010.

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1 Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, vigésima segunda edición, Espasa-Calpe, Madrid, 2001.
2 Marc Bloch, a propósito de la creación del Ministerio de la Cultura de Francia, 1959.
3 Libro o cuaderno en que se apunta o nota una cosa para un fin, Diccionario de la Lengua Española, RAE, 1970.
4 No hay mañana sin ayer, propuesta del presidente Ricardo Lagos, Agosto de 2003. Recogiendo el informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, en la propuesta el presidente señala “la responsabilidad que le cabe al Estado de reivindicar la honra de las víctimas, mediante gestos y símbolos que nos ayuden a recordarles y a patentizar el dolor de sus deudos”, añadiendo que “crear y preservar una cultura de los derechos humanos supone también la intervención de artistas y creadores, quienes, con sus obras, nos ayuden a visualizar mejor la
profundidad emocional del drama que hemos vivido”.
5 Estos son: "Un Lugar para la Memoria de Paine"; "Un Lugar para la Memoria Nattino, Parada y Guerrero", en Vespucio Nororiente; "Parque para la Mdeditación", en Chillán; "Mujeres en la Memoria", finalmente instalado en una plaza dura sobre la estación Los Héroes del Metro, en la intersección de la Alameda y la autopista Central en Santiago, "Homenaje a las Víctimas de la Represión de Virrica, Pucón, Curarrehue, Coñaripe y Liquiñe". en el Puente Rodrigo Bastidas de Villarrica y "Homenaje a los Derechos Humanos", Centro Cultural de Lautaro.
6 Obra pública y patente, como estatua, inscripción o sepulcro, puesta en memoria de una acción heroica u otra cosa singular, RAE, 1970.
7 En Tiempo pasado, cultura de la memoria y giro subjetivo, una discusión, de Beatriz Sarlo, 2005, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, p.62.
8Famosos por lo milagrosas son las animitas –multitudinarias- de Evaristo Montt en Antofagasta, de Marinita en el Parque O’Higgins o la de Romualdito en la calle San Borja, a un costado de la Estación Central, estas últimas en Santiago.
9 Lugar: espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo cualquiera. Es la primera acepción de la palabra en el Diccionario de la Lengua Española, de once que se registran.
10 La Coordinación General de Concesiones y la Dirección de Vialidad, ambas dependientes del Ministerio de Obras Públicas.
11 Robert Musil, 1957, Nachlass zu Lebzeiten, Hamburg, traducido al italiano por Anita Rho, Pagine postume publícate in vita, Einaudi, Torino,1970, p. 75.
12 Charles Baudelaire, 1996 (1846), Por qué es aburrida una escultura, en Salones y otros escritos sobre arte, Visor, Madrid

 
Datos adjuntos
  

Memoria1: facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. //4. Exposición de hechos, datos o aviso que se da de algo pasado. //7. Monumento para recuerdo o gloria de algo. “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado2”

Este es un comentario a propósito de la experiencia de trabajar en varios concursos de arte público, cuyo objeto era la generación de memoriales3 dedicados a víctimas de la dictadura militar en Chile. Esto se hace desde una institución estatal que incorpora arte al espacio público, implementando una política gubernamental de reparación4 , siendo parte de ella la “intervención de artistas y creadores”. Desde esta propuesta, organismos públicos y las agrupaciones de familiares de las víctimas, convocan a concursos5 para levantar memoriales.
 
La relación entre espacio público y la memoria es el ámbito del memorial, donde se escribe lo que se quiere mantener fuera del olvido, el lugar donde se anota algo para un fin, para no perder la memoria de una cosa sino fijarla en el espacio. Lo que nos lleva a la noción de monumento6, en cuanto obra pública explícita y específica, junto a la noción de una política pública de memoria, la que surge de la necesidad de memoria. Un deber que es social y también personal: “La memoria es un bien común, un deber (como se dijo en el caso europeo) y una necesidad jurídica, moral y política”7.

 

La tradición más extendida es la asimilación de estas formas (memorial, espacio público, monumento) a mausoleos, túmulos y tumbas, sepulcros donde se dispone de los cuerpos muertos. Monumentos para que se tenga recuerdo de ancestros y de linajes, lo que está asociado a las diversas culturas de la muerte; desde el tránsito a otras vidas y la conservación de los cuerpos para ese viaje, como en las culturas momificadoras o la propia resurrección judeocristiana, hasta la presencia concreta de antepasados y espíritus, protección o amenaza dependiendo de la naturaleza de cada uno, como en los mapuche y los rapa nui.

 

Se trata de la disposición del cuerpo exangüe en una nueva ‘casa’ después de dejar esta vida. Las necrópolis son expresión de la necesidad de comunicación, de contar con un lugar físico de contacto con esta existencia paralela. Algunos pueblos las decisiones de localización están en directa relación con los cementerios, siempre una tierra sagrada. Otra tradición es la de los memoriales de guerra, la que tiene expresión en los cementerios masivos, asociados a peregrinajes y conmemoración. Una variante es la dedicada a las víctimas no encontradas de la guerra, como los monumentos al soldado desconocido o los genéricos, para todos los muertos. Se trata de las gestas, del sacrificio y del heroísmo en la constitución de la nación, la liberación o la defensa de ideales. Una épica que define la verdad oficial para que sea escrita y representada. La administración hace el relato del devenir de la sociedad, el que se institucionaliza y se construye en el espacio.
 
A un lado de estas formas ritualizadas de la memoria, están las manifestaciones espontáneas que la materializan al margen de la oficialización y universalización. La muerte trágica, en nuestracultura, ha adquirido una representación particular, la ‘animita’, que señala el lugar donde la persona literalmente perdió la vida, asumiendo que para este paso se requiere una preparación de la que se careció. La animita, relacionada con las formas funerarias de la estética religiosa del catolicismo, denota un alma ‘en pena’ que requiere todavía apoyo en esta tierra para aliviar su partida repentina y, mientras vaga en la desazón, es capaz de ligarse con los vivos y ayudar a gestar sanaciones y súplicas8. Ya desde temprano en la dictadura, fueron señalados lugares9 relacionados con las víctimas, sea porque allí ocurrió la detención o el asesinato, fue donde se la vio por última vez. Animitas, pequeños monumentos o piedras inscritas son el testimonio.
 
En este caso son memoriales que la administración pública realiza para reparar el daño infringido en un período histórico específico, la dictadura militar. El fraseo ‘recordarles y patentizar el dolor’ que usa el presidente Lagos en su mensaje, expresa las dimensiones del trabajo, se trata de hacer presente y manifiesto al menos dos cosas: por una parte la violación sistemática de los derechos humanos en Chile –el terrorismo de Estado- y por otra la existencia de las personas concretas que fueron víctimas, particularmente aquellas que hoy aún son detenidas desaparecidas.
 
El trabajo comenzó aunando criterios entre los actores involucrados: el Programa de Derechos Humanos del Ministerio del Interior, mandantes públicos10 con los que se gestionaron terrenos o financiamientos (asociados a la ley 17.236), la Comisión Nemesio Antúnez y la Dirección de Arquitectura, junto a las Agrupaciones de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados. Los aspectos principales que aparecieron en las conversaciones previas y en las sesiones de los jurados respectivos, fueron la dialéctica de la literalidad y la representación o, dicho de otro modo, realismo de cara a abstracción.
 
Los familiares buscaban que la tragedia quedara expresada del modo más realista, para que no hubiera cabida a interpretaciones que pudieran morigerar lo que se quería denunciar, esto es las concretas violaciones a los derechos humanos, tortura, asesinatos, desapariciones … para que nunca más … El memorial debía responder a una demanda pedagógica y cívica muy clara: este monumento es un testimonio del horror y de la deshumanización y debe ser formativo para las futuras generaciones. Esto tenía que ver con la explicitación del motivo y con el lugar donde se erigiera la obra. Otra demanda era la inclusión de los nombres de las víctimas en el memorial, de manera visible y notoria. Se trata de una cuestión fundamental, que es recuperar la honra, el buen nombre de estas personas, injustamente acusadas, asesinadas o hechas desaparecer. Entonces el memorial debe significar también la aparición pública de nombres y apellidos, despejando un manto de dudas y de temor: estas personas no son culpables sino víctimas de la represión.
 
Un Lugar para la Memoria de Paine
En el concurso de Un lugar para la Memoria de Paine, el proyecto ganador fue de gran expresividad y de un alto nivel de conceptualización: un bosque topográfico, mil pilares en un trazado ortogonal, donde se plantan los postes de diversas alturas, los que dibujando una onda, evocan campos de trigo, los cerros y la idea de una comunidad, en la que faltan 70 postes, que dejan un vacío, una ausencia. Allí cada familia realiza un mosaico en homenaje a su padre, marido, hijo, hermano.

 

El jurado y el equipo ganador explicaron a la Agrupación el sentido de la propuesta. Se hicieron preguntas y se expresaron dudas e inquietudes, las que fueron resueltas en ese encuentro y además dieron lugar a un trabajo posterior, en el que los miembros de las familias desarrollaron la idea del mosaico para cada víctima, hicieron el proyecto plástico, aprendieron el oficio y realizaron la obra. Este fue un proceso de varios años, que incluyó la articulación con diversas entidades y, particularmente, trabajo con la comunidad, en la familia y para cada persona que participó. Es la experiencia del dolor, puesto en una memoria transmisible –el memorial, el mosaico, el propio trabajo de expresar la memoria-.
No hubo aquí literalidad sino más bien un discurso plástico, resuelto en imágenes simples y poderosas, dando cuenta de la fecundidad de la idea. Pero, por sobre otras consideraciones, parte fundamental del memorial fue realizado por las personas para las que tiene el mayor valor que esta obra pueda tener. En este sentido es un trabajo colectivo que desnaturaliza la distancia entre creadores y público, generada por la glorificación de la producción artística. Esto marca una diferencia sustantiva.
Robert Musil escribió en 1957: “La cosa más sorprendente de los monumentos es que nunca los vemos. Nada en el mundo es tan invisible.”11. El autor enuncia aquí la transparencia de la escultura conmemorativa en el espacio público contemporáneo, formas baldías12 en un entorno que requiere de correspondencias y relaciones complejas. No se sabe si basta con lo que se hizo en el caso de Paine, para instalar el memorial en un imaginario adecuado y preciso, sustentable en algún horizonte de tiempo, pero sí la iniciativa se sumergió en el contexto social e incluso político en el que surge. En un ámbito delimitado, el de la comunidad afectada, organizada como Agrupación, interactuando con artistas, arquitectos, promotores artísticos y administrativos, se produjo la elaboración de una representación del pasado, discutida en el marco discreto de esta comunidad. El resultado es otra cosa que una escultura o un parque, posiblemente un espacio ecléctico, con algo de didáctico, con algo de paisaje temático y alguna voluntad de ecumenismo, pero sin pretender crear la ilusión de reconciliación.

 

 
Una posición al extremo en este debate es la de algunos artistas, -en particular alemanes- lo que no es casualidad ni un dato menor, para los que es intolerable que la memoria de hechos y eventos tan graves como la desaparición de personas pueda verse reducida a una exhibición de capacidades formalistas vacías, fácilmente convertidas en objetos banales y desvinculados. Hay que combatir la lógica didáctica de los monumentos, su rigidez demagógica, lo que los acerca peligrosamente a aquello que buscan denunciar. Un monumento contra la violación de los derechos humanos y sus sustentos ideológicos debe ser contra esa didáctica fácil, contra la reducción del ‘espectro visible’ o contra un encuadre estrecho e interesado; y, sobre todo, contra la tendencia autoritaria que reduce a los actores a espectadores pasivos. El Monumento contra el Fascismo de Jochen Gerz y Esther Shalev- Gerz en Hamburgo13, inaugurado en 1986, es un pilar de un metro cuadrado de base y de doce de altura, de placas de aluminio con un delgado recubrimiento de plomo oscuro. En una de las caras, cerca de la base, en siete idiomas la placa de identificación dice:
 
“Invitamos a los ciudadanos de Hamburgo y a los visitantes de la ciudad, a agregar aquí sus nombres junto
a los nuestros. Al hacerlo, nos obligamos a permanecer vigilantes. Mientras más y más nombres cubran esta columna de plomo de 12 metros de alto, gradualmente bajará hundiéndose en el suelo. Un día habrá desaparecido completamente y el sitio del Monumento contra el Fascismo de Hamburgo estará vacío. Al final, sólo nosotros mismos somos los que podemos alzarnos contra la injusticia.”14
 

 

Hay un área de encuentro en ambas expresiones, donde es posible afirmar que hay más actores que el sólo artista, que se convierten entonces en parte de la obra, en objeto de ella, tanto de la performance de realización de ella como del resultado final, rompiendo la relación jerárquica entre el objeto artístico y su público. En el caso de Hamburgo el monumento humildemente se entrega al rayado de los visitantes y  desaparece, mientras en Paine se genera un espacio y un tiempo para la elaboración del motivo que lo suscita.

 

El término de las obras en el memorial coincidió con noticias sobre hallazgos de osamentas y su eventual identificación, restos entre los cuales podían estar los detenidos desaparecidos de Paine. La esposa de una de las víctimas relata que las dos noticias yuxtapuestas le provocaban una sensación contradictoria. Por una parte, en el memorial había ya “un lugar donde dejar una flor” al menos, un paso fundamental para continuar con la vida, lo que, enfrentado a la posibilidad de encontrar los cuerpos o al menos parte de esos cuerpos martirizados, volvía a abrir la herida, el desgarro de la búsqueda, de la incertidumbre, de la carencia de respuesta. Tal vez sería mejor aceptar el lugar que se abría luego de un largo, arduo y doloroso trabajo de elaboración. Puede ser que este sea el lugar donde encontrar paz luego de décadas de ausencia.
 

 

También un lugar donde se pueda hablar y decir lo que pasó. La Agrupación se ha organizado para recibir a quienes quieran tener la experiencia de esta elaboración que ellas15 han realizado: se ofrece un recorrido por los mosaicos mientras se relata lo que ocurrió en Paine en 1973. Por turnos ellas se encargan de contar la historia. La verdad, para ser tal, debe ser dicha en alta voz y existir en la palabra. El olvido es lo no dicho. Es necesario decir, debe estar la palabra. Que es lo que era en el principio: el verbo. Cuando se nombra se entrega identidad y parte del hecho tremendo de desaparecer está profundamente ligado a la recuperación del nombre, a que éste quede grabado y, más aún, al ‘buen nombre’. Esta memoria se refiere a un acto asimétrico, injusto, cruel. Las víctimas, sin la palabra que las nombra y a su sacrificio, no logran reponer su plena identidad.
Las cosas devienen, se transforman, crecen o disminuyen, se enriquecen, se recuperan de maneras diversas. No es posible atravesar dos veces el mismo río. Las caras de las personas devienen. Es el tiempo que transcurre y, como Augé16, es posible imaginarse unos sedimentos que son moldeados por el olvido, que toman formas de acuerdo a su composición interna, a la calidad de sus materiales. No hay olvido sino construcción.

 

 
La Geometría de la Conciencia en el Museo de la Memoria
En la gran plaza hundida está la obra de Alfredo Jaar. En un contrapunto con el edificio que emerge desde sus apoyos sobre el vacío de la plaza, a esta Geometría se accede descendiendo, como tantas veces en la historia del arte. Un cenotafio, una cripta, un rasgo abierto hacia las profundidades. Nuestras propias profundidades, una sonda hacia el propio ser, diría Humberto Díaz-Casanueva. Es también el paso desde la luz vertical de la plaza, el resplandor neto y blanco del valle central, a la penumbra y la oscuridad. Se desvanecen los ruidos de la ciudad, se instala una sordina que apaga el rumor, así lejano e irreal. Hay una antesala y un operador con parsimonia ordena a los visitantes,
sólo diez. Pide silencio y concentración. Se abre la compuerta a la Conciencia. Hay que entrar.
 

 

El autor recibe el encargo de proponer una obra para este sitio, en virtud de su trayectoria ligada a la relación con las persona en sus comunidades y a la educación que el propio Jaar señala como su quehacer, además de la producción artística en el sentido tradicional del objeto para la exhibición en los museos y galerías.
La Geometría de la Conciencia aspira a ser una llamada de atención, un golpe que amplía la perspectiva y la comprensión, ¡un lapso de tiempo en un espacio distinguido … ¿para qué? Para afinar la propia percepción. Para encontrar en nosotros mismos la tragedia, la pérdida y el vacío. Alfredo Jaar pide que le dediquemos a esta obra algunos minutos, tres para ser más preciso (lo que es varias veces más de lo que un visitante promedio se detiene frente a una obra en un museo), además del descenso y, luego de vivida la experiencia que el autor propone allá abajo, la vuelta a la realidad, la salida a la luz del presente. En este sentido, no es posible encontrar un regocijo exterior ante una determinada belleza, es un antídoto contra el fetichismo que los Gerz combaten en Alemania: “ … sólo nosotros mismos somos los que podemos …”. Efectivamente esta experiencia no es ‘externalizable’, es intransmisible y, de modo absoluto, personal.

 

Y se espera que gatille y dé cuenta de una mirada interna. Atención: esta es una experiencia espacial, de referencias arquitectónicas: contrastes, texturas, recorrido. El cuerpo y la luz, claro, son los protagonistas. Viene a la memoria otra experiencia espacial, el Museo Judío en Berlín de Daniel Libeskind. Sólo para anotar que el trayecto que termina en la Torre del Holocausto tiene también esto del descenso a las tinieblas, otra vez a enfrentar la noción que cada uno tenga de eso oculto. Es del mismo modo una experiencia iniciática, en el sentido de establecer un umbral que permite la mirada hacia dentro.
Todos hemos perdido, dice el autor. Rigurosamente, en la obra están las siluetas de los detenidos desaparecidos, pero también las de personas que hoy están con nosotros, incluso podemos estar allí, entre aquellos que ‘miran’ al espectador de esta Geometría variable que enfoca hacia el infinito, dentro y fuera. La instalación de una obra de Alfredo Jaar allí, en el Museo de la Memoria, está en otro extremo, distante de la experiencia de Paine. Ese memorial está referido a 70 personas víctimas de la represión y a un ejercicio de memorialización: decir sus nombres y encontrar un lugar sobre esta tierra. La Geometría de la Conciencia sensibiliza la búsqueda que cada uno hace de su responsabilidad, de su pérdida, de su propio vacío frente a la violación sistemática de los derechos humanos, hecha por el aparato del Estado.
 
No se puede amar lo que no se conoce Cuando el Estado de Chile decide poner explícitamente en la memoria pública la situación de los derechos humanos, de lo que se trata es de la constitución de una memoria nacional. Los memoriales deben constituir un espacio de resolución, donde una sociedad innegablemente conflictuada busca asumir su propia historia. Hoy los derechos humanos son tratados desde el lenguaje de la administración de justicia (los procesos en las cortes) y desde la política (los acuerdos que permiten la vida en común, la reparación, las responsabilidades) en la búsqueda de resolver un hecho que divide la convivencia nacional. La construcción de memoriales, en cambio, forma parte del lenguaje del arte, de la arquitectura y de la creación de nuevas formas de participación, sin las cuales el peligro es el distanciamiento y la banalización. Esta particular configuración del arte en el espacio público, el memorial, encuentra aquí nuevas nociones que expanden las responsabilidades que el Estado tiene con la infraestructura. En la inmediatez y de la carencia de herramientas para prospectar, aquí se trata de capacidad de futuro.
 
 
José Piga
Arquitecto, magister en desarrollo urbano y regional
Dirección de Arquitectura MOP
Diciembre 2009
 
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1Archivo MOP, Comisión Nemesio Antúnez.
2Aloïs Riegl, El culto moderno a los monumentos, título original Der moderne Denkmalkultus, Sein Wesen und seine Entstehung, publicada en Viena y Leipzig en1903, la edición actual es de la editorial Visor, Madrid, 1999, p. 71.
3Comisión Central Imperial y Real de Monumentos Históricos y Artísticos, para elaborar un “plan de reorganización de la conservación de monumentos públicos” en Austria.
4Op. Cit., p. 80.
5Op. Cit., p.11. / 6Op. Cit., p.25. / 7Op. Cit., p 51.
8Al momento de iniciar los concursos del MOP se evidenció la convivencia de prácticas diferidas, desde los escultores que trabajan directa y personalmente la piedra o el metal, hasta las intervenciones espaciales concebidas a partir de diagramas y ejecutadas por encargo.
9Con este término, más que definir un estilo, aludo más bien a una condición de obras de naturaleza “versátil” e inestable a nivel disciplinar, obras que transitan entre la escultura, la fotografía, la acción y la pintura. Una “indisciplinariedad” que en Chile, emerge con artistas como Gonzalo Díaz, Pablo Rivera, Mario Navarro, Mónica Bengoa, Ángela Ramírez, Patrick Hamilton, Sebastián Preece, Patrick Steeger, entre otros.
10No por nada la emergencia del mosaico ha sido una de las estrategias más reiteradas, tanto por su grado de decoratividad como por su fácil ejecución a nivel colectivo, aspecto que ha servido para crear dinámicas de grupo con objetivos sociales. Algunos de los autores del Programa "Artesaico" fueron: Manuela Viera-Gallo, Andrés Gana, Fernando Allende, Natascha Pons, Lorena Villablanca, Nelson Miranda, Alex Quinteros, Voluspa Jarpa, Ebe Bellange, Marcela Ortiz, Nora Schkolnick, Susana Larraín, Mauricio Torres, Constanza Geisse y Arturo Duclos.
11El conflicto más significativo en tal sentido ha sido la negativa del Ministro de Justicia al momento de haber sido seleccionada la obra de Ángela Ramírez para el nuevo espacio de los Tribunales el año 2005. La decisión unilateral se impuso por sobre el criterio y el acuerdo del cuerpo colegiado que representa la Comisión Nemesio Antúnez. Esta situación provocó una crisis de “representación” y obligó a reformular la metodología de adjudicación estableciendo mecanismos que garanticen la coherencia entre el proceso y la instalación definitiva sin que criterios de gusto individuales se impongan sobre un acuerdo colectivo.
12Estoy recordando dos trabajos, uno de Enrique Zamudio y el otro de Mariana Silva-Raggio, donde el sentido de la imagen depende del punto de vista exacto del espectador.
13Los espacios nunca son los ideales, sino más bien los que resultan de una serie de negociaciones entre aspectos administrativos, municipales, arquitectónicos y de gusto.
14Benjamin Buchloh, Formalismo e Historicidad, “El arte conceptual de 1962 a 1969: de la estética de la administración a la crítica de las instituciones”, Editorial Akal, 2004, p. 193.
15 Chantal Mouffe, Prácticas Artísticas y Agonísticas, Macba y Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, 2007, p. 15.
16 Joseph Kosuth, “Art afcter Philosophy”, Studio International 915-917 (octubre, diciembre de 1969). La cita procede de Kosuth, The making of meaning, p. 155.
17 El surgimiento de especialidades como la museografía, museología o curaduría (curatoría) indican un escenario actual de profesionales que establecen estándares de exigencia y calidad en el trabajo artístico y cultural en sintonía y red con formatos de arte público desarrollado en Europa y Norteamérica.
18 Aludo a reinaugurar para reconocer las iniciativas de los años 60 e inicios de los 70, donde el arte y el artista tenían un lugar privilegiado al interior del proceso cultural, social y político de Chile. Iniciativas como la realización de obras de arte para el edificio de la UNCTAD en el año 1972 constituye un gran hito, que a fines del año 2009 se ha recuperado a través del primer concurso de proyectos curatoriales organizado por el MOP a través de la Comisión Nemesio Antúnez. La noción de “curador” previsualiza una actitud del Estado tendiente a profesionalizar y elevar el estándar de convocatoria y participación en torno a los concursos públicos.
19 Parafraseando al intelectual, fotógrafo y profesor de Cine, Enrique Eilers en Temuco, cuando establecía la analogía de lo artístico y los artistas, con la frase de un general francés: “la guerra es un asunto demasiado importante como para ser tratado sólo por los soldados”.
13 Referencias en James E. Young, 1993, The texture of memory, holocaust, memorials and meaning, Yale University Press, New Haven and London.
14 Young, op. Cit, p.30.
15 En femenino porque la mayor parte de los miembros de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine, son mujeres, esposas, hijas, hermanas. El presidente de la organización, uno de los pocos hombres, hijo de un detenido desaparecido, las llama respetuosamente ‘las señoras’. Hoy se ha incorporado una tercera generación, las nietas y nietos de las víctimas, que participan activamente en la organización.
16 Ver de Marc Augé, 1998, Las formas del olvido, GEDISA Editorial, Barcelona.