La obra consiste en una excavación de 5.5 metros de
profundidad, que se accede por una escalera de hormigón armado que desciende hasta el nivel base de un cilindro, desde donde se contemplan las campanas suspendidas.
A este cilindro, de 3.5 metros de altura y diámetro de 2.5 metros, se empalma una figura cónica truncada invertida (bocina cónica) que sirve de amplificador del sonido que emiten las campanas. El borde superior del cilindro, es coronado por una baranda y pletinas metálicas.
Desde estas pletinas se anclan los tensores metálicos que sostienen las
campanas, las cuales se encuentran suspendidas en el vacío generado por el
cono y el cilindro, conformando un único volumen.
Esta obra, conmemorativa del incendio que destruyó la iglesia de las Compañías de Jesus de Santiago el año 1863, reflexiona acerca de este trágico evento, mediante la experiencia estética
del espacio, que se aprehende al ir adentrándonos en ella. Un descenso de
elegía, sostenido por una cadencia, un ritmo pausado, veintisiete
peldaños sin descanso.
La elegía, en tanto composición poética, es un lamento
por algún hecho o significado penoso o desgraciado. A partir de
ella se buscó realizar una meditación estética sobre la muerte como unida a la
vida, queriendo materializar ese vacío y pérdida, dando lugar a la presentación
paradójica de una ausencia, como una manera de responder artísticamente a
aquello que no se puede soportar.
Es mediante la
sensación, como lo propio del arte, en donde se da cuenta de la tensión entre
el exterior de la obra que se vuelve interior en el sujeto.
De acuerdo al artista Yves Klein (1928 -1962) el espacio
vacío era una instancia de contemplación. El vacío, lejos de ser una nada
oscura informe, es una zona de sensibilidad, donde el artista buscó una manipulación
de las fuerzas del vacío para mostrar la condición del espacio como fuente
primera, energética y creadora. El color azul Klein (IKB),color con el
que buscó lo indefinible de lo inmaterial en la misma presencia concreta
de la pintura, se ha escogido por sus características de calma y profundidad.
El azul desarrolla un movimiento concéntrico que lo aleja del espectador,
remitiendo a lo lejano, lo distante, y con ello a lo aéreo, a lo inmaterial, a
lo espiritual.